Me despierto y lo único que se me ocurre hacer, es mirar el teléfono que ha vibrado indicando una notificación nueva. Se trata de un artículo que me viene perfecto, pues abarca preguntas existenciales de domingo. Dice el autor, que es este día cuando nos preguntamos por nuestra miserable situación. Luego de dos días de ocio, nos enfrentamos al doloroso reinicio de actividades. Por supuesto, esto no le ocurre a una minoría privilegiada, cuyo trabajo es su pasión y disfrutan de ello (aun cuando no se vean completamente satisfechos económicamente), lo cierto es que la gran mayoría, sentimos que todavía no encontramos el trabajo ideal, y que mientras esto no ocurra, seguiremos sintiéndonos así, por mucho tiempo.
Buscamos excusas sin sentido para volver a dirigirnos al trabajo. Sin duda, el factor económico es la excusa dominante. El aburrimiento, aunque no siempre se lo toma en cuenta, es un elemento primordial para entender las mentes de quienes errantes pero felices, caminan hacia sus trabajos los lunes por la mañana. No encontrar esa sensación de complemento, de sentido personal, es lo que lleva a las personas a manipularse, diciéndose a sí mismas millones de razones (ninguna suficientemente válida) para continuar en este laberinto consumista, en el que lo más preciado, el tiempo, se nos está yendo de las manos.
Pasamos la una gran cantidad de años formándonos para poder ejercer una profesión. Luego viene la práctica directa de esa actividad que hemos elegido (consciente o inconscientemente), para desarrollarla durante nuestra vida. Años más, llega a nosotros la sensación de no estar haciendo lo que nos gusta o de estar indulgentemente perdiendo el tiempo. Nos preguntamos entonces, si cabría la posibilidad de dejarlo todo y buscar otras alternativas. La pregunta se responde de inmediato: imposible. Bien por el mar de deudas u otras responsabilidades adquiridas, bien por miedo y cobardía, la respuesta siempre es negativa. Sin embargo, si analizáramos más profundamente los costos y beneficios y los pusiéramos en una balanza, notaríamos asombrados, que el tiempo, la energía y la vida que perdemos, no vale la pena ni un centavo del que hemos gastado. Todas aquellas cosas que hemos dejado de hacer para ganar dinero, no podrán recuperarse ni poder comprarse con el dinero acumulado. Viajes, culturas y otras personas pasarán de largo ante nuestros ojos. Mientras, nosotros pasamos ocho horas y más, haciendo algo para ganar dinero.
La pregunta clave y definitiva es: ¿qué nos importa más, el dinero o la vida? Lamentablemente, por evidencia propia y de millones de personas en el mundo, un sistema de consumo que controla y una cobardía que paraliza, la respuesta es por ahora, el dinero.
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